En muchos comercios chinos y japoneses, y ya en algunos occidentales, tanto tiendas como restaurantes o bares, hay un lugar reservado para unas figuras que representan un gato moviendo la patita de arriba a abajo. Son los gatos de la fortuna, llamados Zhaocai mao en China y Maneki neko en Japón.
Estas figuras son un símbolo de buena fortuna y suerte. Parece que nos dicen adiós, pero sin embargo lo que hacen es un gesto de llamada al estilo oriental.
En occidente llamamos con la palma hacia arriba, y agitándola de abajo arriba, pero en oriente, es justo al revés.Los que mueven la pata derecha atraen el dinero, y los que mueven la izquierda, los clientes.
Tradicionalmente eran de color blanco, rojo y negro, pero en la actualidad se pueden encontrar de todo tipo.
Desde dorados, que parece ser uno de los colores favoritos, o plateados, hasta algunos que representan a “Hello Kitty” u otros personajes de los dibujos animados.
El origen de esta figura puede encontrarse en China, donde allá por el siglo noveno se decía que cuando un gato está lavando su cara hasta llegar con la pata a la oreja, es señal de que va a venir un huésped o invitado. Los que apoyan esta opinión dicen que un gato se muestra inquieto cuando una persona desconocida o que no es del grupo familiar al que el animal está acostumbrado está en las proximidades y que la inquietud del animal se refleja en el gesto automático de realizar la limpieza de su cara.
Otros afirman que el origen está en una historia real ocurrida durante el periodo Edo (1603-1868). Un gato, llamado Tama, en la puerta de un templo en Setagaya, en la zona oeste de Tokyo, que atravesaba dificultades económicas, durante una tormenta, hacía gestos con la pata a los transeúntes que pasaban invitándolos a entrar. Uno de estos transeúntes fue Naotaka Ii, señor de Hikone, que conmovido quizá por el gesto del gato, se convirtió en benefactor del templo.
Otra versión apunta a qué en plena lluvia el caballero se refugiaba debajo de un árbol frondoso y que el gato no cesaba de hacer gestos con la pata desde el porche del templo. Curioso salió de su refugio y se acercó hacia el gato y en ese instante un rayo fulminó el árbol y todo lo que estaba a su alrededor. El señor de Hikone, interpretando que el gato había sido su salvador, se convirtió en benefactor del templo al que cambió su nombre, llamándose desde entonces Goutokuji.
Pero además de estas historias podíamos contar algunas más.